domingo, 25 de septiembre de 2011

La bestia del millón de tentáculos.

Lo que estoy a punto de contarles no se compara ni con las pesadillas más recónditas que alguien alguna vez pudo haber tenido.
Aquella noche, cualquiera, fría, en las afueras de la ciudad, el cielo lleno de estrellas estaba; pero en la quietud un destello de luz aparece en aquel cielo; una sombra de maldad apareció poco a poco, esa presencia era como un negro más negro que la noche misma.
El destello era solo una parte de una cosa más grande, ¡terrorífica! Una grieta en el cielo se dibujó, torcida cual sonrisa ambigua, de ella salieron tales criaturas de aspecto amenazador y un tanto grotesco, eran solo los retoños de un ser que solo mostraba sus tentáculos; era como si la maldad de otro espacio, otro tiempo, rompiera con la cotidianidad de este mundo normal que llegaba a ser aburrido para los mortales indefensos.
La criatura del millón de tentáculos aun estando en su dimensión, arañaba el tiempo-espacio de la nuestra, gritó… fue el alarido más horrible y largo que se haya podido escuchar, solo algo que no era de este mundo podría producir ruido tal. Aquello alarmo a toda la ciudad; fue así como la horda de criaturas babeantes, grotescas, atacaron.
Destrozaron, quemaron, maldijeron esa pequeña ciudad, nada sobrevivió, los que no fueron comida de los retoños lo fueron para su enorme, horripilante y babeante madre, que aun no cruzaba a nuestro plano, desde su dimensión vigilaba aquella destrucción, sentada en su trono de espantos tan antiguos, tan grotescos como ella misma.
Poco a poco la grieta creció; desde todo el mundo se observaba al ser. Sus tentáculos, acercándose, como comiéndose primero nuestro cielo para luego hacer suya nuestra tierra.
Incontables ejércitos de hombres le hicieron frente, pero como en la primera ciudad, Maldijeron a todo ejército a su paso, toda legua de tierra habitada pasó a ser árida cual cadáver sin alma, cada vez más todos eran comidos por los retoños y por su madre.
Y fue así como esta bestia horrible, babeante, tan antigua como el miedo, sentada desde su trono en esa dimensión infernal, se apodero de nuestro mundo, envenenando nuestra realidad.

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